Sigues ahí, impasible, como si nada...
como si el mundo no tuviera qué ofrecerte.
Pero eres tú el que le da la espalda.
Y te das por vencido, como si dependiera de la suerte...
Eres tú quien debe ser fuerte, quien ha de encontrar
aquello que le encienda la mente.
Pues no hay pena más amarga que la de quedar en la estacada,
ni angustia más pesada que la de tentar a la muerte...
de la Felicidad.
E.
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