Aún no he sido capaz de concentrar una sola idea en mi cabeza sin mudarla al segundo por una nueva.
Nos pasamos la vida preguntándonos, o peor, afirmando palabras como tesis; endiosándonos. Llenando nuestros pechos y nuestras bocas con arrogancia, o con eso, que tanto nos gusta llamar
sabiduría
¿De qué me estáis hablando? ¿Por qué me estáis obligando a decir lo que quiero? Si, ¡yo no sé lo que quiero!
Y no quiero saberlo...
- No seas tan 'positiva' - me decían. - Eres un espíritu de letras. Aprende a sentir con el alma, valiente empirista; con la vida en el papel, con el hígado hecho paté. -
Después... Lo que viene después, ¿a quién le importa?
Desde luego a mí no. Ya dije que no quiero saberlo.