Curiosidades

Para todo aquel a quien pueda interesar...

Creo que ha llegado la hora de aclarar una serie de confusiones lingüísticas que tan presentes se han visto en las últimas etapas. Estamos siendo víctimas de las exigencias mal infundadas por unos colectivos, a mi juicio, muy poco cultivados en lo que al ámbito de su propia lengua se refiere.

He sido partícipe de las numersosas asambleas que ha organizado el movimiento 15-M, al cual, quiero aclarar, me siento íntimamente ligada. No obstante, creo que se está abusando de manera excesiva de esa costumbre que ahora se llama "uso de un lenguaje inclusivo", un error que ya se venía arrastrando gracias a determinados colectivos políticos, cuyo único objetivo no era una mayor integración de los diferentes grupos sociales, sino una profunda y vendida demagogia política.

Dicho esto, creo que es importante fijar una serie de puntos que aclaren estas confusiones.

En primer lugar; el hecho de que exista el género lingüístico nos permite precisamente hacer uso de él cuando es necesario determinarlo para referirse a un colectivo en concreto. Si por el contrario, el referente al que aludimos se trata de un colectivo indeterminado, debe hacerse uso de los sustantivos y pronombres indefinidos, pues para ello existen. No se trata de discriminación, sino de sentido común.

En segundo lugar; existe algo que se llama economía lingüística. Por ello, obviamos el uso innecesario de la duplicación de pronombres, sustantivos e incluso adejetivos únicamente para marcar ambos géneros. En español, no existe el género neutro (más que en ciertos resquicios como el del pronombre lo), de modo que el género masculino ha adoptado la inclusión de los dos géneros en el caso de los plurales (decimos todos cuando nos referimos a varones, y a varones y mujeres; y todas cuando nos referimos únicamente a mujeres). Reitero, no es discriminación, sino economía. No culpemos al lenguaje de nuestros prejuicios sociales. El lenguaje es un sitema objetivo, somos nosotros, los sujetos (pensantes), los que lo hacemos subjetivo.

En tercer lugar; diferenciemos entre lo que es un pronombre y lo que es un determinate. Si, como ya se ha dado el caso, utilizamos un sustantivo como persona (la persona), y a continuación seguimos la línea de pensamiento haciendo alusión al mismo referente (persona), haremos uso de un pronombre anafórico (término que puede sonarnos extraño, pero cuyo uso no nos es ajeno precísamente por ser nuestra lengua nativa el español), como todos, tenedremos que usar dicho pronombre en masculino plural (véanse las razones anteriormente citadas), y no el femenino plural todas, pues sí que se trataría entonces de un hecho discriminatorio, ya que nos estaríamos refiriendo únicamente a un colectivo femenino. Este es el caso de los pronombres indefinidos, pues en el caso de hacer uso del determinante, sí es necesaria la concordancia, tanto en el arítculo como en el determinativo (las personas / todas las personas). Una vez más, no confundamos género lingüístico, con el sexo de las personas.

Por último, pues es necesario ir concluyendo ya que este mal uso del lenguaje es ya un hecho inconmensurable, aduciré a otro error muy común cometido por los inflamados grupos defensores de la "igualdad", y es el de la invención de terminaciones en sustantivos cuyos sufijos no marcan género, si no que es el artículo quien lo marca. Es el caso de palabras como presidente, dirigente, pensante, etc. Referímonos a la causa de esa recurrente terminación -nte, y démonos cuenta que tiene un significado etimológico proveniente de nuestra madre latina. Si bien nos fijamos, quien es, es un ente, y a raíz de ello, quien preside, es presidente, quien dirige, es dirigente, y quien piensa, es pensante; y así será con cuantos sustantivos derivados de verbos se nos ocurran. Es lo que se llama "participio activo", como se ha citado, procedente del latín.

Creo que son estos pequeños apuntes que reflejan una gran carencia o desconocimiento del lenguaje, que no se merece el maltrato que se la ha proporcionado en los últimos tiempos. Por supuesto, el lenguaje es un ente vivo (siendo redundantes), y por ello tiene que ser él mismo el que se se renueve y varíe según las necesidades de los hablantes; pero esto tiene que darse de manera natural, pues es lo propio de la oralidad, y no de forma planeada y calculada como se ha estado viendo, pues únicamente deja en evidencia a los precursores de tan ardua batalla.

Espero que esto, querido lector, le haya sido mínimamente útil y, en abosoluto, ofensivo, como muchos lo tomarán.

E.