Sentada frente a la blanca pantalla, que se ríe con maldad en mi cara, decido ponerme en marcha. La luz es clara, no me daña demasiado, no tanto al menos como este reflexionar aciago.
Del viaje ni hablo, todo el mundo sentado y yo plantada en el medio - recuerdo que alguien lo llamó diáfano, qué acertado este término-
Al término ya he llegado. Salgo por la cúpula de reflejos extraños - algunos la llaman la joroba del dromedario- debo ser yo la de la falta de imaginación. Alcanzo al fin la calle Mayor, tan ensimismada voy que sin quererlo
tro
pie
zo
con un pobre viejo
que encima me pide perdón...
- eso me suena demasiado a mí -
Tomo ahora la calle Toledo, - sí, aquella fue una noche toledana - siempre mi "refugio imperecedero", mi hogar de humos mentolados, siempre mi consuelo... Entro y saludo al moro - llamémosle Ahmed, de otro modo no podría ser. No sé por qué, pero eso le pega bien. - Voy directa a las teteras - te tengo que decir, que siempre quiero té - Casi me voy sin darme cuenta de que el moro me llama "Madame" y me invita a llevarme de su tienda lo que sea que me apetezca; y que perdona mi torpeza si nos fumamos una sisha a medias.
... Y media, sí. Ya son las siete.
Desenfundo de nuevo mis Raymunda Banana, que tapan como siempre mi cara - espejo de mirones curiosos - y esconden la huella de la lágrima seca de esta mañana.
Aún tengo un rato para deambular y tumbarme sobre el suelo, verde recién cortado; aquí con Sabatini de mi lado. Trataré de ordenar un poco mis ideas y plasmar mis palabras, que ya bailaban en mi cabeza pensadas, mientras venía caminando.
- Y mira que me ha costado caminar, con este dolor en los tarsos, que igual me da señalarlo en los pies que en las manos... -
Es hora de marcharse ya - que espero, no de marchitarse - El aire fresco deja hoy de lado la primavera, y las tentaciones que conlleva. Me abandona, sola ante la memoria del invierno andante que soy, eriza el vello de mi cuerpo y limita un poco mi inspiración.
... eso, venía buscando inspiración - que ya hace días que se escapaba entre quehacer y quehacer - y me he encontrado con mis anhelos, de sopetón - que no con la rima asonante que no aparce ni para atrás. Me colocaré las horquillas que me sujetan el pelo, no vaya a ser que se me escapen, otra vez, las ideas.
En casa me espera mi familia entrecomillada - porque de la otra no sé nada - A ver si tengo suerte y me dejan recitarles algo de "poética", mientras reflexionamos sobre la Ética, - en torno, claro, a la pipa de la paz - sobre los males del mundo que nos acechan, sobre "poderes ocultos" y sí, mientras tratamos, una vez más, de arreglar el mundo.
E.