Perderse en uno mismo ya no es suficiente.
El humo no es lo bastante denso para esconder
la parábola que marca la tristeza de una cara.
Siempre pendiente de las palabras ajenas,
de las etiquetas
que atentan ininterrumpidamente contra la esencia.
El sueño de huida asciende lentamente,
como levitando,
mientras observa en picado al pobre necio
que permanece atado al suelo
con las sogas de la intolerancia.
Al tiempo, la llama de la indiferencia arrasa
cualquier legado de esperanza;
todo lo convierte en ceniza
que arranca lo poco que queda de vida
a la tierra maltratada.
Espera oculta Pandora con la caja,
aguardando el momento oportuno
en el que caer dentro del vórtice oscuro,
tirar la llave y así,
abandonar a su suerte al mundo.
E.
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