Otro día más en el mismo tren,
con los mismos sonidos en la cabeza,
sonidos que hoy te recuerdan un poco más a esa presencia,
que sin querer o sin quererlo,
no escapa de tu inconsciencia.
Ayer no pudo ser;
son pocos metros la distancia,
pero siempre hay algo que hacer.
Piensas en lo que habrá en su muñeca,
aún desnuda;
y en la brillante sonrisa que enmarcará su cara,
perfilada por la alegría
y por los cristalinos ojos de su sincera simpatía,
cuando le des esa muestra de amistad prohibida.
Sigues, sí, en esos pensamientos anhelados,
sin darte cuenta de lo que tienes al lado;
ahora es tu muñeca la que inspira la curiosidad.
Es extraño; un sentimiento despertado
que genera una inquietud repentina.
Te giras, por si acaso, atendiendo a ese fugaz reclamo.
Increíble sorpresa de lo jamás sospechado.
Los ojos desencajados,
y la sensación de omnipotencia al alcance de tu mano.
- Jamás creí en la posibilidad de ser uno mismo en dos cuerpos distintos -
E.
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