Saturday, 4 June 2011

BKW

Una pequeña habitación alargada, con paredes de color rojizo, incitadoras de la marcha poética ininterrumpida. El hilo denso de un cigarrillo saliendo en forma de bombas de humo de la boca de un desconocido, mientras envuelve las palabras que acompaña. Y percibimos el humor negro, y las heridas y el sexo… del anónimo, al cual vemos partido en dos; por encima, un foco que examina sus facciones y un viejo micrófono que amplifica el temblor de su voz; por debajo, dos piernas femeninas con medias negras de rejilla – interesante combinación –.
Allá, en el iluminado rincón, todo parece posible. No importa si eres profeso del amor, de la pasión, de la política o de la insurrección; mientras cantas o recitas te conviertes en un semidios, solo por un momento, pues basta que te den un ligero  toque en el talón para que tu apariencia de mármol se derrumbe hecha añicos…
Pero no lo pensemos, aún lo vemos todo sobre la cima del Olimpo, o eso nos parece al menos después de unos cuantos tragos mal tomados. El amargor del alcohol quemado no deja mucho más a la razón. Y si no, que se lo pregunten a doña Inés, que ha dejado los hábitos de monja para pasar a los de puta en un abrir y cerrar… ¿de ojos?
Toda una experiencia, toda una locura; y menos mal, porque…
¡qué aburrida sería la vida si estuviéramos todos cuerdos!

E.





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