El silencio, mi amigo adorado, me suena hoy extraño, lejano. No entiendo el porqué. Trato de llenarlo con mis manos, que tropienzan en el escalonado suelo de negros y blancos...
Quizá unas palabras de Auden, puede que de Marsé... Absurdo, no hay manera hoy de reducir la pesadez.
Frente al espejo, me someto ahora al escrutinio que ayer evité; y otra vez, oculto mi reflejo tras el humo fresco y mentolado que se me hace tan cercano, que explora mi garganta y serena mi cuerpo asustado.
E.
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