Atestiguado
fue no soportar
las
relaciones de piel de serpiente
por
su rico sabor a veneno
pero
nos encantaba hacérnoslo en las escaleras de casa.
Esa
también fui yo,
pero
tú no conmigo.
Tus
letras,
que
podrían haber sido poema con las mías,
y no
llegar a más que fatídico final
pernoctado
de
tantas madrugadas
de
no poder dormir por pasar frío. Podía oler tu mirada.
Y
esa soy yo, unas letras. Fui pequeñas deambulantes
letras
que quisieron ser narradas, pero nada acompañó su gusto
y acabaron
siendo poema, sin querer.
Y […]
ya. Pusiste
fin a ser merecedor
de
que nunca nada fuera acabado por/para ti.
B.
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