Aún no he sido capaz de concentrar una sola idea en mi cabeza sin mudarla al segundo por una nueva.
Nos pasamos la vida preguntándonos,
o peor, afirmando palabras como tesis; endiosándonos.
Llenando nuestros pechos y nuestras bocas
con arrogancia,
o con eso,
que tanto nos gusta llamar
sabiduría
¿De qué me estáis hablando? ¿Por qué me estáis obligando a decir lo que quiero?
Si,
¡yo no sé lo que quiero!
Y no quiero saberlo...
- No seas tan 'positiva' - me decían.
- Eres un espíritu de letras.
Aprende a sentir con el alma, valiente empirista;
con la vida en el papel,
con el hígado hecho paté. -
Después... Lo que viene después, ¿a quién le importa?
Desde luego a mí no. Ya dije que no quiero saberlo.
No quiero ser hombre de etiqueta.
Por favor...
dejadme pensar.
E.
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