Thursday 23 July 2015



Desayunos de despliegue
de tés con quiero
con café con leche
con manos que aprietan
en rovolcón sin azúcar
de insistencia
templada en que nada
se pierda con el tiempo
de dulces catarsis
discusiones efervescentes
en estado líquido que una
no siempre sabe controlar
de zumo y naranjas
y con vistas seguro.
Pero aún no sé a qué.


Sunday 12 July 2015

Solo cosas



Me gusta pensar en solo una taza de café, sin café
sola y con infinitud de puntos suspensivos y aparte
-como es aparte el mundo, pero yo a veces no con él-.
Son solo estas piernas
que ya me llevan a la inercia de un tiempo que no siempre es mío.
Es solo el cambio
cuando no hay más recambio, y tiene que perder el rumbo en la misma dirección.
Es solo el verano.
Solo el verano, infestado de mis pecas cada día más desordenadas.
Y soy solo yo, 
sola y con mucho hielo, la que entiende que hay que decidir dejar de decidir.

Thursday 29 January 2015

Para romper el suelo

Esos años de ceniza
sin tiempo para perderlos,
sin tiempo para perderse.
Ha caído ya todo el hielo
que cabía en estos diez minutos,
23 segundos

de socor**.

Tuesday 20 January 2015

Apología del exceso



"El último abrazo", Olga Marciano, 2008



Tal vez se trate sólo de una travesura, pero esta es la descripción misma del tiempo diferente. Aquí los colores se miden en plena saturación desajustada. Efervescentes, sin más ácido que el de la piel en su roce con veinte uñas de caricia.

Defiendo una plaga de lugares como este, donde la escala cromática supone encontrarse, de pronto, templados y rojos. Y sentir. Defiendo la fiebre sin más motivo que el susurro y reivindico las manos en el cuerpo expuesto como nueva capital de Estado, sin excepción.

Justifico los labios irritados que cortan despacio, aquí, con espaldas sin censura de tela. Pretendo la existencia obligatoria de hectómetros de fuego en cuello y pelo. Los abrazos más irreverentes por quererse con los dientes demasiado afilados. La sexualidad de las manos que desvisten los excesos de distancia.

Asumamos, YA, que el tacto es la arquitectura desnuda que nos mantiene. Ocupemos los rincones más inhabitables del abrazo; como este abusivo espacio entre las bocas.


Exijo la defensa de lo excesivo,
de lo que “corta, como un cuchillo”[1].
De lo sencillamente aplastante.





[1] En “Ya nada ahora”, Ángel González, 1992.